Hoy: Línea 141.
Pasado el mediodía de un caluroso jueves de enero, la muchedumbre se arremolina en Nazca y Rivadavia. Hombres, mujeres, niños, cruzan las avenidas, recorren las veredas, aguardan la llegada de los colectivos… Desde arriba del 141, aquel que dirija su mirada hacia la derecha, seguramente pueda comprobar, además, la buena concurrencia en un local de empanadas para llevar. Cada una de ellas, se ofrece a 24 pesos. Si se compran cuatro, más una gaseosa o agua mineral, el precio es de 120 pesos. En la puerta, un vendedor ambulante espera pacientemente clientes para sus marcianos de fruta, que cuestan 30 pesos. Unos metros en dirección a Yerbal, hay un kiosco donde el caballito de batalla, gastronómicamente hablando, parece ser el súper pancho, que, con papas y aderezo, cuesta 25 pesos.
El chofer del 141 cierra la puerta y arranca luego de la ascensión del último de los pasajeros de la fila. El interior está completo y son unos cuantos los que deben viajar parados. Hacia la izquierda, por la ventanilla se observa como por al lado, pasan otros dos coches de la misma línea, pero casi vacíos. Todos cruzan Rivadavia, lo que equivale a decir que lo que era la Avenida Nazca, pasa a ser San Pedrito. En cambio, todavía no ha cambiado el nombre del barrio, que al igual que antes de Rivadavia, sigue siendo Flores.
El vehículo no posee la pantalla comúnmente denominada Mediabús. Tampoco hay aire acondicionado. Entre las personas ascendidas hace minutos, se encuentran un bebé (simpático, regordete y con una gorra con visera puesta al revés) y la que casi con seguridad sea su mamá. Desde luego, y como toda lógica indica, ellos sí consiguen asiento.
En un muro de San Pedrito, escrito con aerosol, se llega a leer una frase que tiene toda la apariencia de ser un piropo: “La luna te envidia por no tener luz propia”. Está firmada, simplemente, por alguien que se llama a sí mismo/a, Gi.
El conductor toma Lafuente, avenida en la que sólo permanecerá en un tramo muy corto, para luego bordear Plaza de los Virreyes y girar a la derecha en Eva Perón. No más de tres cuadras más adelante, al cruzar Portela, ingresa al barrio de Parque Avellaneda.
El movimiento comercial de Eva Perón es importante. A medida que en el interior del colectivo va reduciéndose el número de pasajeros, negocios de diversos rubros pueden apreciarse a un lado y a otro de la avenida. Desde luego, tienen gran presencia los locales de comidas. ¿Precios? En la esquina con Saravia, por ejemplo, una pizzería ofrece su grande de muzzarella, nada más que a 120 pesos.
El trayecto es rápido. Unos pocos minutos, le bastan al chofer para hacer, sin apurarse, más de veinte cuadras. Al cruzar la Avenida Escalada, el 141 se mete en Villa Lugano. Entonces, el panorama comercial comienza a cambiar. Los que adquieren más protagonismo, son negocios que compran y venden materiales que difícilmente puedan hallarse en muchos barrios capitalinos. En uno de ellos, un cartel a la calle anuncia “compro chatarra”. Al mismo tiempo, claramente se lee la palabra cobre, acompañada de un 270, y la palabra bronce, acompaña de un 160.
Foto: Revista Colectibondi.