Hoy: Línea 91.
El mediodía de febrero va extinguiéndose y el interno de la Línea 91 avanza por la rumorosa Avenida Caseros. Con el aire acondicionado encendido, los pasajeros reciben un poco del fresco que mitiga los casi 30 grados del exterior. Adelante, hay un lugar vacío. El resto de los asientos están ocupados y son varias las personas que viajan paradas. “En Garay te dejo”, le dice el chofer a un pasajero que lo consulta si tiene parada en Bernardo de Irigoyen y San Juan. La citada esquina es en Constitución. Pero todavía falta para eso, pues el vehículo se encuentra atravesando el corazón de Parque de los Patricios.
Una publicidad en la luneta de otro colectivo que realiza su trayecto por la misma avenida, ofrece información sobre el boleto estudiantil. El gigantesco parque que identifica al barrio ha quedado varias cuadras atrás. Ahora, es el turno de otro espacio verde de importantes proporciones. Es el Florentino Ameghino, ubicado entre las paralelas Monasterio y Santa Cruz. Detrás de este parque, aunque sin que se lo pueda apreciar desde el colectivo, está el Hospital de Infecciosas Francisco Javier Muñiz. Enseguida, del lado contrario –el izquierdo- sí se ve la fachada de otro imponente centro de salud público, el Hospital de Gastroenterología Doctor Carlos Bonorino Udaondo.
El conductor sigue su recorrido por Caseros y cruza Vélez Sársfield, penetrando en Constitución/Barracas. ¿Por qué ambos barrios? Porque la Avenida Caseros se transforma en una línea divisoria, quedando Barracas a la derecha y Constitución a la izquierda. Ni bien atraviesa Vélez Sársfield, del flanco barraqueño, aparece la silueta de un hospital más, el Británico. El trayecto adquiere mayor dinamismo y la cantidad de pasajeros, paulatinamente, disminuye, al igual que la perspectiva comercial que caracterizaba a Patricios. Inmediatamente después del Británico, otro parque de vastas dimensiones, el España, trae más verde al panorama de este rincón del sur porteño.
Muy pronto, todo ese paisaje será parte del pasado. El chofer toma Salta y la llegada a la estación Constitución, es una cuestión de segundos. La aglomeración de gente en la calle, la amplia propuesta de locales, es consecuencia de lo inminente de ese gran centro urbano. Una vez que el 91 lo deja atrás, aquel pasajero a quien el chofer le había dicho “en Garay te dejo”, presiona el timbre y desciende del vehículo.