Hoy: Línea 152
Para un pasajero que sube en Santa Fe y Talcahuano al 152, las chances de encontrar asiento un martes a las 19.30, son realmente mínimas. El chofer, que no parece estar fastidioso por esa cuestión tan cotidiana para él, dialoga con un colega de la 39, aprovechando la detención en un semáforo. “¿Qué onda vos?”, lo consulta el conductor de la línea vecina. “Todo bien. Decile al enano del 6 que lo ando buscando, que tengo lo que me pidió”, responde el de la 152. Con luz verde, ambos ponen primera y queda flotando un halo de misterio. ¿Qué será aquello que pidió el “enano”?
Una mujer de mediana edad, sin querer, roza su cartera contra la cara de otra que viaja sentada en un asiento doble de la parte delantera. “Ay, perdón”, se disculpa. Enseguida, se aleja hacia el centro del colectivo.
En el pulmón de la unidad, un muchacho, haciendo equilibrio, dibuja en un bloc de notas. Según su perspectiva, estaría retratando el rostro de una chica sentada, unos metros más allá. De repente, el dibujante se da cuenta que debe bajar y en un abrir y cerrar de ojos, está caminando por Santa Fe y Ayacucho, donde la montonera de negocios –sus dueños y empleados, en realidad- esperan recibir a un público que en su gran mayoría, pasa sin entrar.
En la esquina con Larrea, desde una farmacia, un televisor emite imágenes de un noticiero: “En instantes Riquelme anuncia su partido de despedida”, dice el videograf. Casi al mismo tiempo, en el interior de la unidad, un nene recibe una mamadera cargada de agua de manos de la que podría ser su madre, o tal vez una joven abuela.
Los locales de ropa dan a conocer sus ofertas mediante llamativos carteles. En uno de éstos, se publican precios que (depende para el bolsillo de tal o cual ciudadano) navegan entre lo accesible y lo prohibitivo: jeans 1190 pesos, remeras 390, camisas 690…
Más marketing al paso, esta vez, en el refugio del colectivo: “Llegó lo que tu pancho estaba esperando”, arremete una publicidad de mostaza.
La marcha era llevadera, pero aproximadamente al 3100 -altura de Sánchez de Bustamante, Billinghurst, etc- se vuelve muy lenta. Los conductores más impacientes hacen oír sus bocinas. Los pasajeros, que han ido bajándose, dejan al interno en condiciones de que cualquiera que ascienda, logre conseguir asiento.
En la intersección de Santa Fe y Coronel Díaz, un vendedor ofrece paltas, producto cuya venta, en los últimos tiempos, proliferó fuertemente en su versión callejera. En la esquina con Bulnes, se ve una imagen similar.
La marcha extremadamente lenta es provocada en una buena medida, por el factor obras: veredas y cordones colapsados, acopio de materiales y caótica circulación de peatones, caracterizan un panorama que de agradable nada tiene.
El embotellamiento, finalmente, cede a la altura del Jardín Botánico. El ingreso a la Zona Metrobús, es recibido con alivio. En los asientos del fondo, hay una chica que seguramente, no lo ha notado. Su estado de somnolencia, la lleva a dar el típico “cabezazo” que tanta gente experimenta alrededor de estas horas.
Foto: Youtube.com