Hoy: Línea 90.
Mediados de septiembre. Es un placer viajar en el 90 por la Avenida Corrientes alrededor de las cuatro de la tarde. A pesar de lo que podría llegar a parecer, la unidad de color blanco, rojo y azul atraviesa cuadras y cuadras rápidamente. Entre Chacarita y Scalabrini Ortiz, han transcurrido tan solo unos cinco minutos. Además, hay espacio en el interior por lo que todos los pasajeros están sentados. Cuando da la impresión de que el tráfico va a trabarse, a la altura de Yatay, retoma su marcha habitual y algunos minutos después, ya está girando a la derecha por Medrano.
Es inevitable posar la mirada sobre la pantalla electrónica ubicada cerca del techo del colectivo. La publicidad se reproduce por allí en forma vertiginosa, junto con una cuota de información sobre la actualidad. De fútbol, un flash hace hincapié en el triunfo de Boca por 1 a 0 ante Estudiantes de La Plata. De espectáculos, se habla de los premios Goya. De política o economía –probablemente porque se eludió su proyección- no circulan noticias. Una mujer de rubio cabello hace gimnasia portando un elemento similar a una almohada. Y un joven de apellido Crawley enseña que la manera de tocar al prójimo dice mucho acerca del comportamiento de las personas. El muchacho aconseja algo así como tocar levemente a nuestro interlocutor, para sumar confianza y que la conversación sea más amena.
El 90 gira hacia la izquierda por Bartolomé Mitre. Un nene inquieto y su mamá, descienden en la parada de Sánchez de Bustamante. El andar sigue siendo ágil. A lo mejor por eso, al llegar a Anchorena, pudiendo cruzar la esquina gracias a la luz verde del semáforo, se queda detenido a propósito, hasta que la luz se pone roja. En ciertas oportunidades esta conducta de los choferes que van adelantados en horario, es generadora de un comprensible fastidio entre el pasaje. Sin embargo, en este caso, se comprobará que solo ha sido una circunstancia aislada.
En Plaza Miserere, bajan dos personas. Nadie sube. Arriba de la unidad, quedan once pasajeros, todos en sus respectivos asientos. El colectivo continúa su marcha por Bartolomé Mitre, zambulléndose ahora en ese impresionante microclima que le da vida al centro comercial del Once. Centenares de locales, vendedores urgidos por hacer ver sus productos y miles de personas que, movilizadas por diferentes necesidades, desfilan por angostas veredas. Carteles de tamaños y diseños variados, exhiben artículos y precios. En un local se lee: jean hombre 299, dama 349, discontinuados. Es llamativo, pero en un barrio limítrofe, Recoleta, los negocios de la Avenida Santa Fe anuncian precios cual si fueran de otro país, donde un jean, por ejemplo, cuesta cuatro veces más. Ambos, obviamente, están en la Argentina, y su distancia entre sí, es de apenas quince o veinte cuadras.
La programación de la pantalla electrónica cumple su ciclo y vuelve a comenzar. Otra vez, el rostro sonriente del experto en relaciones humanas dispara interesantes sugerencias… Afuera, es un precioso día.