Hoy: Línea 23
Tarde de martes. Jornada templada sobre la ciudad de Buenos Aires. El furor de la jungla de cemento parece no haber llegado hacia este rincón porteño. El colectivo de la línea 23 avanza con tranquilidad por el barrio de San Cristóbal, dejando atrás una geografía de casas mayoritariamente bajas y comercios de rubros diversos.
Arriba de la unidad, pocos pasajeros y una buena cantidad de asientos disponibles. Cuatro chicas conversan amigablemente. Están repartidas en los asientos dobles. Las dos que están adelante, se dan vuelta para verle las caras a las de atrás, en el animado diálogo. En la fila de los asientos individuales, un pasajero dormita al calor del solcito que se entromete por las ventanillas.
A los asientos del fondo, llega una mujer de veintitantos años. Celular en mano, revisa su cuenta de whatsapp. Un corazón rojo se deja ver por uno de sus chats. En general, a lo largo y a lo ancho del colectivo se observa lo que con abundancia presupone una marca de estos tiempos: celulares y auriculares por doquier.
La zona de tránsito fluido, de a poco, es sustituida por otra donde van agrupándose importantes cantidades de autos, colectivos y taxis. Es un signo de que está más cerca el denominado microcentro de la ciudad. El bondi (palabra desagradable, pero útil si se acaban los sinónimos) atraviesa parte de la calle Sarandí, dobla hacia la derecha por Chile y baja hasta la 9 de Julio, doblando hacia la izquierda por su colectora, Bernardo de Irigoyen.
El público se renueva aunque la cantidad a bordo, permanece prácticamente inalterable. Lo que cambia es el contexto. Como se intuía, el caótico aspecto de la zona céntrica obliga al conductor a reducir la velocidad. A su alrededor, surge un panorama que hasta hace cinco minutos no se veía: numerosos techos amarillos rodean a la unidad. Los semáforos en rojo entorpecen la normal circulación. Por unos segundos, el joven chofer parece perder la calma y toca bocina dejando al desnudo su impaciencia.
Pero es sólo por unas cuadras. Entre Avenida de Mayo y Corrientes, el nudo de tránsito se va desatando lentamente. El chofer y sus pasajeros podrán continuar el viaje hacia otros ámbitos de la urbe porteña. Acaso, alguno de ellos llegue hasta la terminal, en Retiro.
Por mi parte, desciendo en Carlos Pellegrini al 600. A pie, cruzo en dirección hacia la Avenida 9 de Julio. Cuando giro la cabeza hacia atrás, diviso la imagen de esta nota: el interno 60 de la línea 23 doblando por Viamonte.