Empezaremos de nuevo, como el año que se inicia, como el primer día que el amor nos unió, y si bien es cierto que todos cambiamos, pero los sentimientos no, y es cierto que no hay blanco sin negro, que los polos se atraen, y también que no hay rey ni mendigo, todos somos iguales a los ojos del Señor.
Querida sobrina Linor, que vives en la tierra de Israel, quisiera verte aunque sea una vez más, disfrutar de tus canciones y los acordes melodiosos de tu guitarra. Estoy segura que podré hacerlo y abrazarte con todo mi corazón.
Cascadas del sur argentino, allá en el confín de la Patria, atravesando el Camino de los 7 Lagos. Agua que brota de la tierra, serpenteando en tu zig-zag, transparente, clara y sabrosa para calmar mi sed, rodeada del verde follaje de los bosques patagónicos.
Sinfonía de recuerdos, que suenan como una orquesta donde el director marca el compás con la batuta y los músicos separadamente y en conjunto, hacen vibrar las cuerdas de los chelos y violines, las teclas del piano y del órgano, mientras suenan los oboes, las flautas, los trombones y trompetas; mientras el público escucha con el corazón y luego se retira de la sala pausada y silenciosamente.
Escucho un coro celestial de ángeles que elevan sus voces a Dios, rogando piedad y paz, en tanto resuena el eco del sonido cristalino que siento en la paz de mi hogar, aunque a veces lloro de alegría o también sufro en silencio mi tristeza.
Lentamente llega el tiempo de otoño, tibio, dulce… A veces con aguaceros y tormentas que invitan a soñar despierta con la ilusión de un futuro mejor. Qué importa en este día de lluvia en que las gotas caen sobre mi cuerpo, que siendo igual que siempre, soy distinta, pero no pierdo mi esencia. Soy la mujer que soñé.
Las ofensas, porque son palabras nada más que hay que comprender y olvidar, quizá sean pronunciadas desde el amor, aunque a veces la impotencia, la rabia o las desinteligencias entre los hombres, hagan olvidar la palabra de Dios.
Raquel Seltzer