Ana Díaz.
Ana Díaz recorre cinco cuadras dentro del barrio de Villa Lugano. Se origina en la Avenida Larrazábal y finaliza en la calle Cafayate. Su nomenclatura data de 1980.
Considerada como la “primera vecina de Buenos Aires”, nació en el siglo XVI, desconociéndose la fecha de su fallecimiento.
Era nacida en Paraguay, hija del español Mateo Díaz, llegado a estas tierras en una de las expediciones españolas. Su madre se llamaba Savé, y era de la tribu de los payaguáes (rivales de los guaraníes) que había sido tomada como cautiva por otro expedicionario. En Asunción, la puso como premio de un juego de dados que ganó Mateo Díaz.
La madre abandonó a Ana y a Mateo Díaz. Ana creció junto a su padre y luego fue criada por un tutor. Luego de que Ana Díaz quedara viuda se alistó para ser una de las primeras fundadoras de Buenos Aires, cuando Juan de Garay convocó voluntarios para las expediciones con el objetivo de establecerse en la ciudad-puerto a orillas del Río de la Plata. El grupo expedicionario que le tocó emprendió camino por tierra a través de los montes, a pie y a caballo, luchando contra los obstáculos naturales.
Ana llevó los bienes heredados de su padre, consistentes en ganado vacuno, caballar y ovino, pues la expedición comprendía también el ganado de cada fundador, además de lo necesario para el establecimiento de una población.
Una vez llegados a Buenos Aires se repartieron los terrenos entre los 232 beneficiarios, distribución que incluyó a los fundadores. Ana se convirtió entonces en la primera mujer propietaria de un predio de la ciudad. Le tocó en suerte el solar número 87 (252 m). Parte del mismo se encontraba sobre la actual esquina sudoeste de Florida y la avenida Corrientes.
Fue la única mujer con derechos de “vecina” que integró el grupo fundador. En 1583, Ana decidió montar allí una pulpería.
Se casó con un mestizo, quien era el propietario del terreno lindante y había llegado también en la expedición fundadora. Tuvieron una hija llamada Felipa.
En la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires existe un óleo del pintor Moreno Carbonero, titulado “La fundación de Buenos Aires”. Según el mismo, aparece Juan de Garay de boina y capa corta con la espada en la mano. A su lado, el tronco truncado que ostenta el rollo de la fundación, un oficial, Ana Díaz, un sacerdote elevando la cruz y un abanderado con el estandarte flameando.

Manuela Pedraza, en el límite entre Coghlan y Villa Urquiza. En la foto principal, Ana Díaz, pocos metros antes de su finalización, en Cafayate.
Manuela Pedraza.
Manuela Pedraza es una extensa arteria con un trayecto aproximado de 49 cuadras. Nace en la Avenida del Libertador (barrio de Núñez) y culmina en la Avenida de los Constituyentes (Villa Urquiza). En el medio de ambos barrios, también atraviesa el de Coghlan. Su denominación se la dio una Ordenanza de 1893.
Manuela Hurtado Pedraza nació en 1780 en Tucumán. Su fecha de nacimiento es desconocida. Falleció el 17 de marzo de 1850, en Buenos Aires.
Heroína de las Invasiones Inglesas, luchó por la reconquista de Buenos Aires en 1806. Las tropas y los voluntarios conducidos por Santiago de Liniers tomaron la Plaza Mayor y pusieron sitio al Fuerte de la Ciudad, que era el último refugio en donde se habían atrincherado los invasores británicos, para resistir el ataque final de Liniers y sus tropas. Se llevó a cabo durante tres días; 10, 11 y 12 de agosto de 1806.
Manuela Pedraza combatió de forma implacable en las calles de Buenos Aires. En el segundo día de la batalla, 11 de agosto, durante el combate, su marido, José de Miranda, fue mortalmente herido por un disparo de un soldado británico. Manuela tomó el fusil que dejó caer su marido, y con esa arma, mató a quien había disparado contra su esposo. Luego persiguió al pelotón enemigo y dio muerte a otro soldado inglés de un bayonetazo. Tras arrancarle el fusil se lo presentó como trofeo a Liniers, que la declaró heroína distinguida con el grado de alférez (categoría inmediatamente superior a la de subteniente e inmediatamente inferior a la de teniente) por la que percibía un sueldo.
Con el transcurso de los años fue olvidada y terminó sus días vagando, perturbada y sumergida en la pobreza, arrastrando su miseria por las calles de la ciudad por la cual luchó.