Problemas que padecen los porteños: pasó acá, pero puede pasar en cualquier lado.
Sucede a cielo abierto, sucede bajo techo y sucede bajo tierra… Las personas que para juntar el sustento diario ofrecen mercancías, dan a conocer sus habilidades o simplemente piden dinero u otro tipo de elementos, son muchísimas. Se podrían llenar las páginas de un libro para detallar los quehaceres de quienes procuran ganarse la vida de esta manera. Sus recursos suelen ser repetitivos, pero hay ocasiones, en que sus actividades logran sorprender. ¡Y cómo! Es lo que probablemente a más de un usuario de la Línea D del subte –en dirección a Congreso de Tucumán-, le ocurrió una mañana de febrero, aproximadamente a la altura de la estación Bulnes.
Todos los asientos ocupados. Varios pasajeros de pie, aunque con bastante espacio libre. Desde lejos, se oyen gritos. Es una voz aguda y chillona que parece de mujer. Proviene de un vagón vecino. Rato después, no quedan dudas: es alguien que se vale de la generosidad de la gente para ganarse unos dinerillos. Lo que aún no se logra deducir, es lo que ofrece o lo que vende. Segundos más tarde, como era de esperarse, cambia de vagón. Queda en evidencia entonces, que se trata de un hombre. Y que lo que hace es contar chistes, vociferando con su timbre de voz muy particular. Contando chistes cortos, algunos conocidos, con su simpatía muy especial, arranca sonrisas entre la concurrencia ensimismada en sus pensamientos. Tras su actuación, comenta brevemente que está en situación de calle, pero que “en vez de andar llorando por los rincones” trata de ganarse el pan utilizando este método, gracias al cual también en este vagón logra juntar varios billetes.
Sin embargo, lo mejor está por venir. De pronto, toma un par de varillas que trae consigo (podrían ser muletas) e inclinándose sobre sí mismo, queda suspendido, cabeza abajo y pies para arriba. Si ya había despertado cierta simpatía, ahora el efecto “vertical” es más impactante todavía. Tras la sorpresa generada entre los desconcertados pasajeros, explica que tiene 65 años y que en otras épocas, trabajaba en un circo. Su intervención se cierra con aplausos. Acto seguido, se dirige al próximo vagón. Segundos más tarde, ahora otra vez desde la lejanía, vuelve a oírse su voz chillona.