Yo Digo

REFLEXIONANDO POR BAIRES…

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VOLEY QUE ME HICISTE BIEN…

Es un placer ver a nuestras hijas jugar al voley. Tienen 11 y 8 años respectivamente. Es lindo observar cómo disfrutan y aprenden en las prácticas semanales del club del barrio. Pero no siempre ha sido así. Al principio fue difícil. Les costó arrancar. La mayor, lloró desconsoladamente el día que le dijimos que comenzarían con sus clases. No quería hacerlo bajo ningún punto de vista. Pese a que el momento fue traumático –quizás más para nosotros que para ellas-, debimos tomar esa decisión, que considerábamos muy importante en función de su formación, tanto a nivel deportivo como social. Un año después, el tiempo parece habernos dado la razón.

Si los padres estamos atentos al crecimiento de nuestros hijos, si sabemos realizar una correcta lectura de cuáles son los puntos fuertes y débiles en su desarrollo, si reconocemos el diagnóstico, es probable que acertemos en el tratamiento, aunque siempre, corramos el riesgo de equivocarnos, ya que no dejamos de ser humanos. Sería ideal que nuestros hijos estén de acuerdo con cada decisión. Sin embargo, claramente, esto no es así. En base a la experiencia que los adultos tienen con respecto a los menores, el objetivo siempre será que ellos estén mejor. Y si para eso los chicos tienen que atravesar un período de cierto padecimiento, la sabiduría de los padres se verá cuando lleven a la balanza ambas cosas, y concluyan acerca de cuál es la que más pesa. Entonces, a veces, habrá que obligarlos a recorrer un camino que no les guste para que más adelante se vean los frutos.

Así como los chicos no entienden la decisión de los padres al instante, las personas en general, también nos ponemos muy mal si en nuestra vida aparecen obstáculos inesperados. Es que como niños en relación a adultos, los seres humanos estamos en similares condiciones con respecto a nuestro Creador. Somos como una muestra en pequeña escala. No podemos ver más allá de nuestras narices. Pero Él, que posee la perspectiva total del tiempo y la distancia, cada resolución que tome, será para bienestar de sus hijos. Cuando tengamos que pasar por el sendero de la dificultad, será fácil caer en la tentación de enojarnos con Dios, de afirmar que es injusto, que no nos ama o que directamente no existe.

En muchas oportunidades no comprenderemos sus decisiones. Nos resultará imposible entender que lo “malo” que nos sucede, servirá para que después venga lo bueno, así como nuestras hijas eran incapaces de vislumbrar a la distancia los beneficios que les traería la práctica de un deporte.

Finalmente, creemos que acertamos en el diagnóstico y en el tratamiento en aquella ocasión, si bien también es cierto que podíamos habernos equivocado, por el conocimiento limitado que el hombre posee de las cosas.

Ante una decisión de Dios, tal vez no veamos de inmediato el resultado. Quizás pasen años hasta que comprendamos el motivo o –hay que admitirlo- nuestro limitado entendimiento no nos permita en esta vida reconocer la dimensión de su plan. El humilde consejo, aquí, es que no desperdiciemos las energías tratando de descubrir las respuestas. Inútil sería hallarlas, del mismo modo que un niño de corta edad jamás lograría descifrar los pensamientos elaborados por la mente de un adulto.

Las nenas ya superaron su malestar. Ahora juegan al voley con ganas y en un futuro, incluso hasta agradezcan que sus papás las hayan obligado a hacer deporte. Así y todo, como seres humanos que somos, los padres podemos errar al planificar lo mejor para nuestros hijos. En cambio Él, que posee el poder, el amor y el conocimiento total de todo y de todos… jamás lo hará.

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