Hoy: Línea 95.

Pleno barrio de Recoleta. El colectivo avanza por Uriburu rumbo a Las Heras. Son cerca de las 8 PM de un sábado gris, de fines de septiembre. Hay asientos libres. En Las Heras se produce el giro a la izquierda. En inmediaciones del cruce con Pueyrredón el tránsito todavía está cargado, pero a medida que la circulación por Las Heras continúe, se volverá más fluido, favorecido, también, por el considerable ensanchamiento de la avenida.

En la hilera de asientos traseros, viajan cinco mujeres y un hombre. Tienen alrededor de 35 años. El grupito charla de manera amigable. En la intersección con Agüero, mediante cartelón tratan de vender departamentos en un nuevo edificio. “Las vistas más lindas de Recoleta”, es la frase que pretende llamar la atención de potenciales interesados inmobiliarios.

Cerca del Hospital Rivadavia, sube un muchacho y, ya ubicado en el sector medio, le tira un beso a una chica que lo acompañaba en la parada. Pese a la baja temperatura, viste pantalón corto y ojotas (con medias). Enseguida, asciende una chica que luce un gorro estilo Piluso, de color negro. El grupo del fondo sigue conversando animadamente. Ahora, abordan temas culinarios: se oyen en forma clara dos palabras, “bolitas” y “churros”, capaces de despertar apetito de manera instantánea.

El interno no posee cartelería, más allá de la estrictamente reglamentaria. En la zona del Jardín Botánico, mucha gente aguarda en las paradas. Gotitas de lluvia muy finas impactan en los vidrios del vehículo. Pese a la llovizna, el chofer no ha encendido el limpiaparabrisas. Los pasajeros son escasos. Las Heras llegó a su fin en Plaza Italia y el conductor ya giró a la derecha para tomar Santa Fe. En La Rural, al menos en esta jornada, no parece haber actividad.

El grupo del fondo estaría próximo a descender en proximidades del puente Pacífico. Lo confirma una pregunta en voz alta,  lanzada al aire por uno de sus miembros: “¿Esta qué avenida es?” Segundos más tarde, todos están abajo, antes de que el vehículo avance por Ángel Justiniano Carranza.

En la esquina con Paraguay, un vecino de a pie, no está en sintonía con las condiciones climáticas reinantes: viste short, musculosa y ojotas. Falta muy poco para el arribo a la terminal. Eso explica que cada vez sea menor el número de pasajeros. El chofer no tiene apuro en llegar, algo que queda en evidencia ante la débil velocidad que le imprime a su rodado.

A sólo cuadras de la cabecera, en El Salvador y Dorrego, desciende una joven pareja. Del lado opuesto de Dorrego y pasando de Palermo a Colegiales, la traza de El Salvador toma el nombre de Conesa. Por esta arteria el chofer avanza hasta Matienzo. Instantes más tarde, gira a la izquierda en Zapiola, y a unos pocos metros de la esquina, estaciona en la parada final del recorrido.

Deja una respuesta