En esta cuadra de Céspedes entre Conde y Martínez, el superclásico argentino jugó otra de sus notables partidas. Esta vez no fue en un campo de juego ni en las tribunas, sino en los balcones del primer piso de dos edificios contiguos. La bandera de River, un homenaje a Ariel Ortega, se encontraba allí desde hacía unos cuantos meses. Para muchos vecinos, era un hecho muy común, caminar por la cuadra de enfrente y al dirigir la mirada con ese rumbo, verla allí, orgullosa y desafiante.

Poco tiempo después, el símbolo millonario tuvo compañía: la insignia xeneixe que gritaba “campeón” desde su franja amarilla. ¿Una bandera más pequeña? Es cierto. Pero como el sentimiento no conoce de tamaños ni centímetros cuadrados, la pasión de este hincha boquense seguramente sea tan grande como la de su “primo” riverplatense.

Nos quedan, por último, algunas reflexiones a modo de pregunta: ¿Se conocerán entre sí los dueños de estas banderas? ¿Tendrán una cordial? ¿O no se dirigirán la palabra? ¿Habrán contemplado juntos la postal que generaron? ¿Que se habrán dicho? En fin, interrogantes que, esperamos, algún día logremos develar…

Por

Deja una respuesta