La que vista desde afuera tiene la apareciencia de una modesta rotisería, se convierte en una casa de comidas generadora de platos deliciosos y muy  accesibles al bolsillo de la gente del barrio.

«Esto antes era un kiosco. Mi suegro era su dueño. Por razones de salud debió dejar de trabajar y estuvo a punto de venderlo. Entonces lo charlamos con mi mujer y lo decidimos: lo agarramos nosotros para poner una casa de comidas». Así nació «Lo de Diego», ubicado en Zabala entre Martínez y Conde. Y quien resumen la historia, es Diego Salicrú, actual propietario del negocio, aquel que ocho años atrás renunció a un buen trabajo en relación de dependencia para tirarse a la pileta y arrancar de cero despachando comidas caseras.

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Diego Salicrú, detrás del mostrador.

«Yo trabajaba en Fame», cuenta Diego, haciendo referencia a la reconocida cadena gastronómica. «Durante diez años fui jefe de sector y roté por unas cuantas sucursales. Pero cuando se presentó esta oportunidad me gustó. Era la chance de independizarme. Por más que los comienzos fueron duros, salimos adelante. Ni heladera teníamos. Fuimos consiguiendo todo de a poco».
El horario de trabajo es muy amplio. Si bien el local permanece abierto al mediodía y a la noche, a las 7 de la mañana Diego -que vive en Villa Urquiza- ya está instalado para planificar el día. Muy temprano recibe la carne, la verdura, y sumado a alguna compra que realiza por el barrio se pone a cocinar. «No soy de programar todo, prefiero improvisar, hacerlo menos estructurado», confiesa. «En función de lo que tenga en el momento, elaboro el menú. Néstor -el dueño del mercadito de Conde al 900- me da una mano grande porque me trae verdura a muy buen precio del Mercado Central. Ahí me fijo lo que tengo y arrancamos…»

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Una imagen exterior del local.

La modalidad que maneja es conocida: cada día de la semana, un menú diferente, con platos preparados en el momento. Pueden ser hamburguesas caseras, arroz salteado, filet a la milanesa, tallarines al wok, o carne al horno, sólo por poner varios ejemplos. Claro que también hay empanadas, tartas, ensaladas, pastas… Y todo, con el sello personal de Diego, que privilegia lo casero y se desenvuelve prácticamente en soledad, aunque en ciertas ocasiones, la colaboración de su esposa Laura y su suegro Lolo, hace que la tarea se aliviane. Incluso su hijo Tomás, con sus 17 años, se anima a ayudar en la preparación de los platos.
La gastronomía es parte de la vida de Diego desde que era muy chico. «Cuando salí de la secundaria ya me tiraba esto. Dejé de estudiar porque me salía mucho laburo: en pizzerías, parrillas, restaurantes… Después salió lo de Fame y ahora acá estoy…»
El entrevistado, como tantos, afirma que no son tiempos sencillos para el rubro («lo difícil es cuando los precios cambian tanto», se lamenta). Pero que a través de estos años, el negocio comenzó a hacerse conocido en la zona. «En su mayoría fue gracias al boca a boca, no hay mejor propaganda que esa», señala. «Mis hijos van al Compañía de María y yo juego al fútbol con los papás. Ahí también logramos captar buenos clientes. Les estoy muy agradecido. Imaginate, son 70 u 80 personas las que se nuclean en esos campeonatos».

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Algunos de los platos y sus precios.

Los empleados y oficinistas de Colegiales también son parte importante de su clientela. Es por esto, que los mediodías son más rendidores que las noches en cuanto al volumen de pedidos.
Cerca de las 22 hs., Diego baja la persiana después de una jornada agotadora, en la que quizás, logró dormir una siesta por la tarde («la cabeza te pide que pares un poco, si no, es imposible seguir») aunque siempre en las mismas instalaciones. «Esto es bastante esclavo, pero nunca me arrepentí de haber tomado la decisión de hacerlo; el contacto con la gente y el hecho de tener algo propio es gratificante», afirma, agregando que su objetivo próximo, sería «abrir algo con mesas, que la gente pueda sentarse a comer acá y no depender siempre del delivery. Por ahora no se puede, veremos qué pasa a futuro». Y a la hora de soñar un poco más, que le gustaría «poner una cantina como las que hay en La Boca, aunque con un estilo más personal».

Dirección: Zabala 3272
Teléfono-delivery: 4551-2079

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