En una cuadra «bien» de barrio, una panadería «bien» de barrio. Así podría definirse lo que ocurre en Zabala entre Martínez y Delgado. Casas bajas, escaso movimiento vehicular, empedrado… Y el único comercio que asoma en medio de esa geografía es Gabinat, una panadería que este año cumple exactamente dos décadas bajo ese nombre de fantasía. Anteriormente, el rumbro fue el mismo durante casi cien años, según aseguran los más memoriosos. Pero el fondo de comercio fue pasando por varias manos hasta que en 1996, un matrimonio y sus dos hijos, Gabriel y Natalia, llegaron para establecerse en el tradicional local con vivienda. «Nosotros teníamos panadería en Villa Urquiza, en Congreso y Colodrero», cuenta Mary desde atrás del mostrador. Se trata de una simpática señora, muy querida en el barrio, que está a cargo de la atención del local durante gran parte del día. «Nos mudamos porque mi esposo quiso cambiar para progresar. El falleció hace 16 años y la panadería la seguimos manejando junto a mis hijos».

A lo largo de la entrevista, no habrá pocas interrupciones, ya que la gente ingresará a comprar, y Mary concentrará -como debe ser- todas sus energías en atender sus clientes. Sin embargo, habrá tiempo para la charla distendida, cuyo saldo, arrojará opiniones como éstas:
«La situación está difícil, como en todo el país, supongo. Nosotros gracias a Dios tenemos una buena clientela, que fuimos armando a través de tantos años. Pero que está complicado, está complicado…»

«¿Qué cuál es la especialidad? Uy… a ver. Bueno, pan de todo tipo, confituras. Gran surtido de facturas, tortas caseras, empanadas caseras de todos los gustos, cremona, bay biscuits…¿Precios? Las empanadas, 14 pesos cada una: La docena de facturas, 60 pesos. Aunque siempre tenemos alguna atención con el cliente. Por ejemplo, en la docena de facturas van dos de regalo. Son 14…».
«Como en muchos comercios de barrio a veces tenés que fiar. Lo hacemos sólo si los conocemos. Igual, malas experiencias hemos tenido,con gente que no vino más. Pero no es lo más común, en general nunca tuvimos problemas con nadie».

«El tema de la inseguridad existe… Acá por Zabala pasa bastante el patrullero, no podemos quejarnos. Lo que ocurre es que hay momentos que ya es tarde. A nosotros nos robaron algunas veces. La última, hace tres años. Por eso siempre trato de tener cerrado con llave. La misma gente me dice: ‘Mary, cerrá la puerta’. Estamos como en una jaula. Es al revés: nosotros encerrados y los ladrones, libres».
«Acá usamos horno con cuadra, no eléctrico. La crema pastelera es artesanal, no artificial. Yo soy panadera hace más de treinta años y en ciertas cosas, prefiero manejarme como en esos tiempos. Hoy en día todo cambió y en nuestro rubro, eso también se nota. Pero esta todavía sigue siendo una panadería de las de antes».

Es domingo. Anochece. Numerosos vecinos ya pasaron por Gabinat a comprar las facturas para el mate, la cremona o la porción de torta. «Disculpame pero me tengo que ir», dice Mary. «Todos los domingos trato de ir a misa y no me gusta llegar tarde», explica. Entonces, tras preparar sus cosas, saldrá de su negocio y caminará unas cuadras hasta la Alvarez Thomas y Palpa. Allí, en la Iglesia San Pablo Apóstol, cerrará la que ha sido otra bonita jornada.