En la ciudad pasan cosas, aunque usted no las vea.

Avenida Corrientes y Carlos Gardel.

Eugenia maneja por el laberíntico estacionamiento. Hay una curva tras otra. Todas, muy cerradas. Ella la sortea con loable precisión. Vienen más vehículos atrás. Cierto grado de tensión la asalta. Sin embargo, logra concentrarse y sale airosa de una situación que podría haber sido traumática.

Hace poco sacó el registro de conducir. Como a todo novato, le falta práctica, claro, pero progresivamente la va adquiriendo, lo que ha quedado demostrado en esta complicada prueba que debió atravesar para salir del Shopping Abasto.

Sin didas, no ha sido fácil. Al margen de su escasa experiencia al volante de un automóvil, debió enfrentarse a un evento inesperado: en plena travesía por el parking, su hija tuvo un ataque de llanto en el sillín del asiento trasero. En forma totalmente inoportuna, Celeste, que no cumplió todavía los dos añitos, se largó a llorar con fuerza, se sacó las medias (no llevaba puestas sus zapatillas) y las arrojó por el aire. Impulsada por un capricho propio de la edad, obviamente no sabía que actuando de esta manera, lo único que conseguía era alterar a su mamá en un momento por demás inadecuado. No obstante, haciendo gala de sus nervios de acero, la conductora pudo arribar a destino sin contratiempos. Es probable que minutos más tarde, cuando las circunstancias lo permitan, Cele se ligue un buen reto.

Ellas dos no son las únicas ocupantes del coche, un Renault Clío rojo que Eugenia compró en carácter de usado, unos meses atrás. También van Inés y Débora, dos parientas radicadas en el interior del país, que se encuentran por algunos días en Buenos Aires. Como Débora siente una importante atracción por los centros comerciales y en el lugar donde vive no abundan, Eugenia se ofreció a llevarlas a pasear. La pasaron muy bien. Inés, ya recuperada de los instantes de tensión, y asombrada por la pericia que Eugenia tuvo al volante, que no siempre concuerda con la condición de un principiante, no deja de felicitarla.

Avenida Vernet y Beauchef.

A Eugenia le gusta manejar y lo hace con responsabilidad. En la práctica, se ha ido perfeccionando. Sólo con la teoría, desde luego, no alcanza. En las semanas previas a sacar el registro, su suegro Adalberto, prestándole su auto y ubicándose como copiloto,  la ayudó a ponerse canchera. Después, no tuvo mayores dificultades en pasar el examen para que le dieran el carnet. Ahora que ya conduce sin restricciones por calles y avenidas de Buenos Aires, la inexperiencia va quedando atrás.

Este domingo, con Edgardo y Celeste –la hija de ambos- fueron a lo de Marcia, la madre de Eugenia, que vive en Villa Domínico. Cuando la visita culminó, casi al atardecer, los tres se subieron al Clío con la intención de volver a casa. Al poco tiempo del recorrido, el motor empezó a fallar. No es una novedad, pues ya en días anteriores, se vislumbraban problemas de funcionamiento.

Salen a Avenida Mitre, ingresan al Puente Pueyrredón… A pesar de que el motor amenaza con decir basta, sigue en marcha. “Por favor, que no se quede ahora…”, piensan ambos, a esta altura, muy preocupados. Enretanto, Celeste, en su sillita, parece estar ajena al nerviosismo que tratan de disimular sus papás. A la nena le gusta escuchar música por el parlante de la parte trasera del coche. Una de sus canciones favoritas es Inolvidable, de Reik. “Era tan bella, era tan bella”, canta Cele, en coincidencia con el primer verso del tema.

Llegan a la Capital. Van por 9 de Julio, doblan en Juan de Garay, pasan Constitución. “Vamos que se puede…” Ya están aproximadamente a mitad de camino. Cruzan Avenida La Plata y Garay se transforma en Vernet. Barrio de Parque Chacabuco… Pero cuando Eugenia quiere arrancar al ponerse en verde un semáforo, se termina al viaje, por lo menos, en auto. No va más. Es necesario empujarlo unos metros, hasta el cordón de la vereda. Ahí se quedará, hasta que lo vea un mecánico. Por lo pronto, saben que el 42 pasa cerca, por José María Moreno y Asamblea. Los tres se dirigen a la parada, lo esperan y se suben. Salieron de casa en auto, vuelven en colectivo.

(*) Si bien los nombres de quienes protagonizan las historias en algunos casos han sido modificados deliberadamente, las anécdotas son verdaderas.

Foto: Vernet y Beauchef (Google Street).

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