Dada la enorme diversidad de calles y el entramado irregular que presenta el mapa porteño, no es sencillo determinar ciertas cuestiones relacionadas a establecer marcas y récords. Por ejemplo, hallar la cuadra más corta de la Capital Federal constituye todo un desafío. Una ínfima variación en centímetros, es un dato clave, decisivo, a la hora de consagrar o no a uno de los elementos buscados. Por eso, la tarea de escoger a una entre tantas, más allá de su dificultad, no está exenta de un margen de error.

Sin embargo, hace casi diez años se ha publicado en un artículo de La Nación, una columna de Carlos Guarella donde se afirma que esta cuadra de La Pampa entre Millar y Lugones cumple ese record y hasta el momento, el dato no ha sido desmentido. Se deduce que en la nota no se tienen en cuenta las cuadras atravesadas por arterias diagonales, lo que acrecentaría la dificultad para identificar a la más corta.

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Lo concreto es que la cuadra en cuestión tiene casi siete metros. Es la longitud que abarca el lateral de la solitaria propiedad que hay en ella: una moderna edificación de cuatro plantas a la cual se accede por Miller y por el lado contrario, Lugones. Sobre el lateral que da a La Pampa no existe puerta ni numeración. Sin embargo, en los mapas oficiales, la altura de esa mínima cuadra corresponde al 4500. En la anterior, a propósito del sentido del tránsito –entre Álvarez Thomas y Miller- la altura es 4600 y en la posterior –entre Lugones y Mariano Acha- es 4400.

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Es posible que con respecto a la longitud, Buenos Aires presente cuadras de medida similar, aunque en esos casos, la numeración catastral no cambia de centena en un cruce de calle, sino que se mantiene una continuidad en relación a la cuadra anterior o posterior, lo cual, curiosamente, no se cumple en este rincón de Villa Urquiza.

En el mapa interactivo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se publica una foto de 2006 de la única propiedad que hay allí. En aquel entonces, todavía se podía encontrar en esta esquina un local comercial en estado de abandono, víctima de graffitis de colores varios, escritos sobre una fachada gastada por el paso del tiempo. Un añoso sauce llorón es el otro condimento fuerte de la vieja imagen.

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La cuadra en una foto de 2006.

En agosto de 2019, del árbol queda poco más que el tronco original. Cortes profundos y algunas hojitas, demuestran que el sauce ha recibido recientemente a la cuadrilla de podadores.

El local comercial ha desaparecido. En su lugar, se encuentra el mencionado edificio, formando parte de las importantes modificaciones edilicias que viene experimentando la zona desde hace algunos años. Son tiempos, además, de una intensa actividad en la calle, debido a que sobre La Pampa, del lado de enfrente, se llevan a cabo las obras del entubamiento del subterráneo arroyo Vega.

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A juzgar por aquella foto de hace trece años, la serenidad de esa cuadra única ya no es tal. Lo que sí permanece inalterable, es su factor “mínimo”, marca que la hace tan especial.

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