En la ciudad pasan cosas, aunque usted no las vea.

Carlos Calvo y Muñiz.

Germán está de mal humor. Llegó apenas unos minutos tarde a esa oficina de Puerto Madero, a la cual lo mandaron desde su trabajo a realizar un trámite. A raíz de la demora, no pudo cumplir con el objetivo y deberá volver, quizás mañana o en una fecha próxima. Lo positivo es que hoy ya no tiene que regresar al trabajo. Decide entonces llamar a su novia y ver si puede pasar a visitarla. Ella vive en Caballito: Carlos Calvo y Muñiz. No es cerca, pero la idea le gusta… utilizando el transporte público, en una hora podría estar por allá.

Llama a Juliana al celular. Su novia, contenta, acepta la visita. Claro, hay un pequeño detalle: no está en su casa sino en un pelotero, con sus dos sobrinitos, Joaquín, de 3 años, y Kevin, que no llega al año de vida. El espacio infantil se encuentra a unas 15 cuadras de la casa de Juliana. “Igual venite”, le dice. Germán, que quiere olvidarse del fastidio que le provocó el infructuoso viaje hasta Puerto Madero, accede.

Tras el viaje, encuentra el local de juegos y entra. Enseguida hace contacto visual con su novia y los nenes. Conversan un ratito y salen, porque va cayendo la tarde. Es momento de retornar a casa. Juliana lleva de la mano a Joaquincito, que se porta muy bien. En cambio, Kevin hace berrinche. No quiere que lo pongan en el cochecito. En consecuencia, Germán debe cargarlo a upa. Así lo hace, y se dispone a transitar a pie el kilómetro y medio, que une este punto de Boedo, con el otro de Caballito.  Ya arrancaron. De pronto, se siente un aroma inconfundible, y tan penetrante, que los olores de la calle no alcanzan a disimularlo: sí, el bebé se hizo encima.

Frente a la incómoda contingencia, la única opción es continuar la caminata en tales condiciones. Kevin no protesta, estando a upa. Su tía toma el incidente con humor. Y Germán, ahí va… Él tampoco se queja, aunque ansía arribar rápido a destino. Es conciente de que la paciencia no le sobra, pero en este caso, no existe más alternativa que armarse muy bien de ella.

Avenida del Libertador y Gral. Paz.

El Parque de los Niños es un hermoso lugar para pasar un domingo. Ana, Javier y sus dos hijas, disfrutaron de la tarde en el enorme predio recreativo de Núñez, pero pronto será de noche y deben partir, al igual que el resto de los visitantes. Un hecho inesperado los obliga a irse por una vía diferente a la que pensaban, ya que el puentecito peatonal por el cual habían llegado, por una cuestión horaria, ya está cerrado. Tienen que tomar entonces por la ruta que usan los autos, la cual los conducirá hacia Avenida del Libertador y General Paz. Al principio todo marcha sin dificultades. Mientras los integrantes de la familia caminan, una larga fila de coches va pasando junto a ellos. Unos cuantos minutos después, los vehículos terminaron de pasar. En tanto, ellos siguen desandando el sendero, casi en soledad y ya prácticamente a oscuras.

La geografía cambia: atraviesan el portón del Parque de los Niños para salir a un peligroso sendero que corre por debajo de la General Paz. Aquí no hay acera sino una angosta franja peatonal. Al lado, por el asfalto, coches, motos y camiones circulan velozmente. Los cuatro caminan y caminan en la penumbra, casi haciendo equilibrio en la mini-vereda. El trayecto se hace realmente largo… ¿Cuánto faltará para llegar a Libertador?  Detrás de una reja un perro ladra fuertemente al divisarlos. Para colmo, hay rutas que se bifurcan. Germán, que parecía saber el recorrido de regreso, ahora duda. A lo lejos distingue a un empleado de vigilancia en una propiedad privada. Lo consulta. El hombre le señala cuál camino lo llevará a la “civilización”. Le hacen caso. De todos modos, rato después, no se observa nada que indique que están bien rumbeados.  El padre intenta no transmitir inseguridad para no asustar a las nenas, pero lo cierto es que le da la impresión de que están perdidos.

Minutos más tarde, Germán recobra el aliento. Sí, allá está Libertador. El matrimonio respira aliviado. Sus hijas, siguen como si nada. Si corrieron peligro, ellas ni se enteraron.

(*) Si bien los nombres de quienes protagonizan las historias han sido modificados deliberadamente, las anécdotas son verdaderas.

Foto: el puente peatonal del Parque de los Niños.

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