Yo Digo

NI EL BARRIO ME DIGAS

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Problemas que padecen los porteños: pasó acá, pero puede pasar en cualquier lado.

Amanece en Buenos Aires… Miro por la ventana. La luz del sol ilumina el panorama. Las hojas del otoño recubren acera y calzada. Una bella escena porteña, sin dudas. Sin embargo, pronto ocurrirá algo que interrumpirá el ritmo habitual. La cuadra se corta al tránsito vehicular. Aparecen obreros por doquier. Predominan los cascos amarillos. Un par de máquinas viales irrumpen en la cuadra asfaltada. Se detienen en un lugar específico, justo frente a la ventana. Hay trabajo qué hacer: el pavimento está deteriorado, por lo cual, se ha planificado la colocación de un clásico “parche” asfáltico. Minutos después, el estruendo se apodera de la mañanita otoñal. Los gritos de los trabajadores quedan reducidos a la mínima expresión, en comparación con el ruido que genera la máquina que agujerea el piso. La gente suele darse cuenta de las cosas cuando le faltan. En este instante, me cae la ficha: ¡qué lindas eran las mañanas tranquilas de mi barrio! Ahora que no están, las valoro. Pero es cierto: a veces, uno se queja de lleno. Los muchachos están arreglando la calle y está bien que así sea. Esto es para beneficio de automovilistas, vecinos, etc. “Además, en un rato esto habrá pasado”, intento pensar fríamente.

El “rato” se estira. Salgo de casa con la ilusión de que al volver, todo habrá pasado. Pero no… La máquina rompe el pavimento desde uno de sus extremos. Luego gira y con el otro extremo, una pala mecánica levanta los inmensos cascotes, bajo la atenta mirada de empleados  y supervisores. Hay que aguantar, ya falta menos…

En las primeras horas de la tarde, los trabajos continúan, aunque pareciera que se aproxima el final. Sí, cerca de las 15:30 hs, los encargados de poner en marchas las mejoras emprenden la retirada, al igual que la ruidosa maquinaria. En el medio de la calzada, donde antes había un bache, queda un gran parche en forma de L. La cuadra recupera su ritmo normal. Ya pueden pasar autos, camiones, motos, colectivos… El impacto auditivo no será el que había hoy más temprano, pero lo que se dice silencio, tampoco. La calle quedó impecable. Pero bueno, de algo hay que quejarse, ¿no?

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