Por las calles

BAIRES EN COLECTIVO

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Hoy: Línea 20

Señor Tango, reducto turístico por excelencia, se encuentra cerrado en el atardecer de este domingo de noviembre. En Vieytes y Osvaldo Cruz –donde está ubicado el famoso local-, el movimiento es escaso. Hasta que de pronto, interrumpiendo la monotonía de  esta zona de Barracas, el interno de la línea 20 se acerca y recoge a varios pasajeros que lo aguardan en la esquina casi desértica.

El chofer continúa su recorrido por Vieytes y unas cuadras después, toma California hacia la derecha. Cruza por debajo de la Autopista Arturo Frondizi (la “Buenos Aires – La Plata”) y enseguida hace lo propio con Montes de Oca, avenida que, estando en el mismo barrio, sí presenta un movimiento mayor al de la zona anteriormente citada. Cuando cuatro cuadras más adelante cruza Regimiento de Patricios, también el nombre del barrio cambia. Por las ventanillas se observa la sencilla geografía de La Boca, con sus casas bajas, sus fachadas descoloridas y sus vecinos poblando las calles en una jornada que ha sido de sol pleno.

En el interior del colectivo, los pasajeros viajan cómodamente. Son, en buena medida, gente de condición humilde. Hay un clima familiar, con chicos que, vencidos por el sueño, duermen en sus asientos, mientras los acompañantes mayores van ensimismados en sus pensamientos. Quedan también algunos lugares libres. Una señora de lentes oscuros y blusa azul ocupa los primeros asientos junto al pasillo, del lado izquierdo del vehículo. A su lado se sienta un personaje que no pasa inadvertido, si bien tampoco llama demasiado la atención. Es un pequeño perro (¿caniche?) blanco que observa tranquilamente lo que sucede a su alrededor.

El chofer pasa junto a la plaza Almirante Brown, internándose en una barriada decididamente muy humilde. Pero el panorama se modificará de manera abrupta en cuestión de minutos. California llega a su fin y a la derecha surge un paisaje muy conocido por porteños y no tan porteños: el Riachuelo. Desde la Avenida Don Pedro de Mendoza, el colectivo lo bordea por espacio de unos quinientos metros, desembocando en la Vuelta de Rocha, hecho casi simultáneo al avistamiento de centenares –y por qué no miles- de individuos que deambulan por el pasaje Caminito y sus inmediaciones. Pero la fiesta del turismo es sólo un suceso aislado y salido de contexto. Rápidamente, el 20 deja atrás la pompa y el colorido, para sumergirse en una realidad enmarcada por la pobreza. A medida que se aproxima a su unión con el Puente Pueyrredón, que pasa por encima de ella, la mano izquierda de Pedro de Mendoza se llena de viviendas precarias, que han crecido a lo alto, dejando al desnudo el color ladrillo de planta-bajas y pisos superiores.

El conductor sigue devorando distancias y tal vez el segundero del reloj no haya ni siquiera dado un par de vueltas, cuando el paisaje vuelve a cambiar por completo. Contrastes que pegan fuerte… Sin alejarse de la zona costera, ahora se tutea con la antesala al exclusivo barrio de Puerto Madero. Ícono de un circuito, emblema de los tiempos que corren, el casino flotante se divisa a lo lejos.

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