Hoy: Línea 65.
La lluvia cae copiosamente sobre Buenos Aires. Por la ventanilla, es poco lo que se ve. Vidrios empañados y gotas adheridas que se deslizan hacia abajo toman el protagonismo en la tarde de un frío lunes de septiembre. El Parque de los Patricios, a pesar del panorama borroso, se deja ver hacia la izquierda del colectivo, que avanza por la Avenida Caseros. Poco antes de llegar a la sede de Huracán, el chofer, trapo en mano, se había bajado, aprovechando la luz roja de un semáforo, para quitar la humedad del vidrio de la puerta por la cual asciende la gente. Y ahora, siempre por Caseros, atraviesa al mando de su unidad el límite entre los barrios Patricios y Pompeya. A sus espaldas, unos doce pasajeros, todos sentados, quizás saben, sin necesidad de mirar, que el verde del inmenso Parque va quedando atrás.
Sube una pareja, muy joven, con un bebé que probablemente no tenga más de unas semanas de vida. El papá deja el cochecito en el medio del vehículo y la pareja se sienta en dos asientos delanteros, mirando hacia el centro. El bebé, a upa de su mamá, duerme plácidamente. Los padres no tardarán en hacer lo mismo…
Más atrás, se producen movimientos, como suelen haber cada vez que se desocupa un asiento individual. Una pasajera que estaba sin compañía en la fila de los dobles, se pasa al otro lado del pasillo, hacia el espacio que ha quedado libre. A su vez, una mujer que estaba sentada más adelante, se cambia al que deja vacante esta última pasajera, ubicándose junto a la ventanilla. Todo en cuestión de segundos, a su lado se sientan una mamá y un nene de unos cuatro años, que poco después se duerme sobre su falda.
El barrio ya es el de Boedo y la Plata es la Avenida por la que se dirige el colectivo. Asciende un muchacho con un penetrante olor a cigarrillo y consigue lugar para sentarse en la hilera del fondo. Por el medio, a una señora que empuña su celular, se le cae la SUBE al piso. De inmediato se da cuenta y la recupera.
La lluvia que durante todo el día tuvo fuerte presencia comienza a amainar. Ya se puede ver mejor hacia el exterior. A la derecha, aparece lo que alguna vez fue la cancha de San Lorenzo. Desde hace unos años, en ese predio está el Microestadio Roberto Pando (también, perteneciente a la entidad azulgrana) y, por supuesto, el famoso hipermercado de nombre francés.
El vehículo pasa por debajo de la Autopista 25 de Mayo. Luego cruza Independencia y se mete en Caballito. A la altura del 700, aproximadamente, se ve gente parada. Un hombre de treinta y pico, elige viajar de ese modo, si bien aún quedan cuatro lugares disponibles. Pero claro, son los de adelante. Una persona de esa edad, en general, evita sentarse allí, con lógica excepción de aquel que llega muy cansado.
El 65 toca Rivadavia. Nadie baja y, lo que resulta más llamativo, tampoco nadie sube. Hay una explicación: otro interno que viene pegado, es que el recoge a los usuarios en esa parada de tanta importancia. Campichuelo, Díaz Vélez, Parque Centenario y, después de Ángel Gallardo, nuevo cambio de barrio: Villa Crespo. La marcha no es veloz, aunque si existen demoras, estas son mínimas.
El interior del colectivo va completándose. Es horario de salida de los colegios. Suben una madre con dos hijas de unos cinco y siete años respectivamente. La señora permanece de pie y ubica a las hermanitas en un asiento doble. Enseguida, una acalorada discusión entre las nenas rompe el rutinario mutismo de la unidad. Algunos dirigen su mirada automática hacia ese sector. A otros, el repentino griterío no los afecta en absoluto. Es el caso de la pareja y su bebé, quienes pese a estar muy cerca (pasillo de por medio) siguen durmiendo despreocupadamente.