Muy probablemente, fueron muchos los que pese a haber caminado esas veredas, nunca lo notaron. Claro, porque para verlo, hay que levantar la vista. Quitar sólo por algunos segundos la mirada del piso, tratando de salir de esos pensamientos que a diario nos envuelven, nos aprisionan…
Pero ni siquera así será fácil divisar este monumento a la creatividad, ya que los ojos deberán esquivar ramas de árboles que según la época del año, incluso podrían lucir muy tupidas. Y simultáneamente, elevar la mirada hasta llegar un punto discretamente ubicado en medio de techos y antenas.
No es sencillo darse cuenta que quienes construyeron el tanque de agua con este formato, lo hiceron con el evidente propósito de que se asemejara a una pequeña embarcación. Las tres ventanitas circulares que hacen las veces de ojo de buey lo confirman, así como el resto de las partes, que también le otorgan a esta creación un carácter elocuentemente fluvial.
Pero existe un detalle que, de tan claro, duele: lamentablemente no estamos en el mar sino en medio de la gran ciudad, si bien la jungla, ofrece en este punto, al menos un sitio verde como la palza de enfrente (la San Miguel de Garicoits) para descansar de tanto cemento.
No importa: para este soñador (quizás una familia completa de soñadores de sangre azul) eso fue lo menos importante. Para ellos, un barco es un barco. Por más que en lugar de agua, esté rodeado de edificios. Los imaginamos en su vivienda, acovachados en las noches de verano, mirando por la ventana y tratando de fijar la mirada en un obstaculizado horizonte , haciéndose a la idea de que van navegando hacia un puerto que los recibirá con los brazos abiertos y los invitará a visitar sus rincones.
O a lo mejor, nada de eso ocurre y los que vamos demasiado lejos somos nosotros, que con el objetivo de dar a conocer las curiosidades de nuestro barrio, pusimos allá en el pedestal, a un tanque de agua que simplemente tiene un original formato.