Desde hace algunas horas, llueve sobre Buenos Aires. El chat del edificio estuvo bastante tranquilo durante la mayor parte del día, pero en el atardecer una vecina expresó su honda preocupación: el agua se filtró desde la terraza e ingresó a su vivienda. La situación es aún más apremiante, porque hace un tiempo ya había sufrido desprendimientos del techo. Urgida por el acuciante problema, aportó un video para comprobar sus dichos. Pese a todo, nunca perdió la compostura. Otra señora, conocedora de los temas del edificio pero limitada con respecto a la organización de la Administración, procuró tranquilizarla. Le dijo que el próximo trabajo a realizar es la impermeabilización de la terraza. La vecina agradeció, con el mismo respeto con el cual minutos antes había presentado su grave inconveniente en el chat.
Por un desperfecto en una notebook llegué a un lugar en el cual fueron honestos (y sin cobrar presupuesto): “No puedo arreglarla, hay un repuesto que no se consigue, difícil que acá en Capital Federal encuentres”. No era el primer sitio en el cuál dejábamos el aparato. En el anterior, en Caballito, quien recibió la notebook había dicho algo parecido, pero sí cobró la revisación. “Tuviste suerte de que no le quitaran ninguna pieza a la notebook”, dijo luego el muchacho que no cobró por presupuestar. Ante mi asombro, agregó: “Hay gente que le roba cosas al equipo cuando lo dejan para revisar. Pasa bastante desde la pandemia, muchos se largaron a ofrecer reparaciones sin saber nada, habiendo visto sólo tutoriales por Internet”. Increíble pero real.
La vi en el baño de mi casa. Tendría unos cinco centímetros. No la reconocí al principio, pero ni bien se movió me di cuenta: era una lagartija. Confieso que me asusté en ese primer momento. Pero ella parecía más asustada que yo. Y rápidamente huyó hasta meterse en un resquicio donde ya no logré divisarla. ¿Una lagartija en plena Capital Federal? La situación no es tan descabellada. Cuando revisé las noticias online supe que últimamente, la presencia de estos pequeños animalitos aumentó en forma considerable en CABA, que el incremento de las temperaturas lo ha favorecido y que no son peligrosos. Por el contrario, pueden ser de utilidad porque se alimentan de insectos y esto ayuda a que ciertos bichitos no se expandan. En fin, no volví a ver lagartijas por casa, aunque después de saber estos datos, creo que hasta me gustaría que vuelvan a aparecer.
El hecho de haber estado un rato en esa plaza después de una mañana de trabajo intenso, me ayudó a desenchufarme y cargar las pilas. Serenamente, me alejaba para meterme nuevamente dentro del cemento porteño, cuando en forma casi instintiva, me toqué el bolsillo para corroborar que el celular estaba allí. Una horrible sensación me sobrevino al darme cuenta de que no era así. A toda velocidad retrocedí, rumbo al lugar en el cual había estado sentado no más de un par de minutos antes. A varios metros de distancia logré divisar un objeto. De pronto, lo tuve frente a mí. Acompañado de una sensación de alivio que no experimentaba desde hacía quién sabe cuánto tiempo, recobré el aliento. Sí, era el teléfono que por unos segundos había quedado “desamparado” sobre el pasto.