Querida Mafalda, eres una chica inteligente que con tus inocentes preguntas pones en un brete a más de uno; eres conocida mundialmente, así lo dispuso tu creador, tan picara, soñadora y perspicaz. Todos te queremos.
Pregunto, ¿quién en su infancia no leyó las aventuras del cacique Patoruzú, de su padrino Isidoro Cañones y de los otros entrañables personajes que los acompañaban, como La Chacha, Ñancul, Upa y Patora. Todos ocupaban un lugar en nuestras fantasías de la niñez y nos deleitaban con sus andanzas, como así también en sus versiones juveniles como Patoruzito e Isidorito.
Daniel, realmente eras Daniel el terrible, como en aquella serie en blanco y negro de los principios de la televisión. Me acuerdo como desde lo alto de los edificios te sujetabas verticalmente, balanceándote junto a un amigo, o cuando intentabas hacer explotar algo para después tratar de arreglarlo. Luego te fuiste lejos, tal vez, en busca de un paraíso perdido. Miro tu foto de la juventud en mi repisa y recuerdo cuando te decían “Sandro, cantate algo”, ya que te parecías al inolvidable cantante.
Si no estoy en un error, creo que por intermedio de un familiar conocí a un integrante de I Musicisti, conjunto musical precursor de Les Luthiers. Fabricaban sus propios instrumentos. Eran artesanos y algunos profesionales universitarios que interpretaban diversas composiciones de su autoría con un humor distinto y lleno de ingenio.
Para ti, que eres importante para mi hijo, por lo cual te entregué a mi retoño. Te doy las gracias, Mercedes, y espero que en tu cumpleaños se cumplan los deseos de ambos y que a pesar de todo encuentres el modo de sentirte viva.
Amor, me haces vibrar el cuerpo al son de tu música celestial, y entonces me reclino en el sofá para que todo mi cuerpo alcance palmo a palmo la quietud y armonía que tú me prodigas.
Dios, he vuelto a vivir, no me abandonaste y hoy pude transitar por las calles y estar bien conmigo misma, en paz y felicidad, disfrutando de la vida y mis seres queridos.
Raquel Seltzer
