Por las calles

BAIRES EN COLECTIVO

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Hoy: Línea 116.

Faltan poco menos de cuatro horas para el año nuevo. En la terminal de Once, el refugio del 116 –que allí arranca su recorrido- está lleno de gente que espera los colectivos de ambos ramales. El de cartel rojo llega primero y con él parten alrededor de la mitad de los pasajeros. El de cartel blanco no se hace esperar. Ambos coincidirán en su trayecto capitalino, separándose recién en las inmediaciones de Sarandí, partido de Avellaneda.  Los dos, utilizan coches de la Línea 98, número que lo identifica muy claramente por encima del parabrisas.

En el 116 blanco, el chofer agradece el “buen año” de un pasajero, que lo saluda casi simultáneamente a colocar su SUBE en la máquina lectora. En el interior, los asientos se ocupan en su gran mayoría. Se intuye que todos los viajantes van rumbo a sus respectivas cenas de despedida de 2019. No falta la familia con chicos pequeños ni los que viajan solos. Dentro del segundo grupo, un hombre de unos cincuenta años, sentado en la fila de los individuales, lee un libro anillado en su lomo. Respecto a los demás, quienes eligen sus celulares para “matar” el tiempo conforman una importante proporción.

El vehículo toma por una Juan Domingo Perón poco menos que desierta. Impresiona ver de esa manera, con persianas bajas y escasísima gente, un área comercial que algunas horas atrás, tal vez haya tenido un frenético movimiento. En el trayecto que por esa arteria une a Pueyrredón con Cerrito (unas 17 cuadras), según lo que logra apreciarse desde arriba del vehículo, hay apenas dos negocios que atienden al público: son verdulerías.

En ese trayecto, muy pocos ascienden al rodado. En la esquina con Cerrito se divisa el local de una cadena de comidas que suele permanecer abierto las 24 horas. Una promo en la vidriera, indica que  tres empanadas y una gaseosa, se ofrecen a 85 pesos. El 85, tapa lo que podría haber sido un 70, número del cual la dura inflación tampoco se apiadó.

El conductor gira a la derecha, sumando su unidad al Metrobús. En la 9 de Julio el panorama cambia. Los peatones no abundan, pero el tránsito –también el particular- sí es intenso. En una de las plazoletas de la avenida, un muchacho que corre con sus auriculares puestos, parece ajeno a la excitante rutina pre-año nuevo que lo rodea.

Sólo un cuarto de hora después de haber salido de Once, el colectivo arriba a Constitución. En la gigantesca plaza, se observa, por ejemplo, un puesto de panchos abierto, un nutrido grupo de personas en situación de calle, reunidas en la esquina de Lima y Constitución, y más gente que aguarda en las paradas. Cerca de las nueve de la noche, la fluidez del autotransporte de pasajeros alcanza un punto intenso, situación previa a la cuasi anulación que experimentará un par de horas más tarde.

El 116 se llena. Unos minutos después, avanza por una bastante cargada Montes de Oca, en lo que denota la antesala a la salida de la Ciudad. El hombre del libro anillado se ha quedado dormido con los antejos puestos. De repente se despierta. El libro se cae al suelo, pero acto reflejo mediante, lo recupera, mientras el chofer sube a la Autopista desde donde cruzará el Riachuelo. La Provincia de Buenos Aires está ahí nomás, al igual que el 2020.

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