CORRIENTES Y 9 DE JULIO, FIESTA Y CAOS.
Siete días atrás, la Argentina gritaba “Campeón del Mundo” por tercera vez en su historia. Dos días después, el feriado nacional decretado por el Gobierno, favorecía la movilización de cientos de miles de personas por las calles de Buenos Aires, con el objetivo de festejar la obtención del máximo trofeo a nivel internacional. El Obelisco se transformó en el epicentro de la celebración. No fue el único punto en el cual los hinchas argentinos eligieron exteriorizar su alegría, pero por ser el sitio por excelencia donde la gente suele reunirse para festejar un logro futbolístico, la intersección de las Avenidas Corrientes y 9 de Julio volvió a convertirse en el punto principal de otro alborozado encuentro. Luego de cada triunfo en el Mundial, los festejos en el Obelisco no se hicieron esperar. A medida que la Argentina avanzaba en la competencia el entusiasmo en el centro porteño también se acrecentaba, hasta que con el título de la Selección dirigida por Scaloni en el bolsillo, la multitud llegó a su número más grande y lo que en principio sólo era una pacífica fiesta, trajo aparejados lamentables desbordes que dejaron un saldo de enormes daños y, sobre todo, de mucha tristeza.
De película
En una nota publicada por este medio el 7 de diciembre, coincidentemente, se hacía referencia a que las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires proyectaban la colocación de un ascensor para que la gente pudiera acceder a lo alto del monumento, donde además se pensaba instalar un mirador. Con ironía, se podría afirmar que no hizo falta, porque unas cuantas personas se las ingeniaron para subir sin necesidad de tomar ningún elevador. En aquel artículo se agregaba que la película nacional “Pizza, Birra, Faso”, mostraba las aventuras de un grupo de malvivientes que tras violar la seguridad dispuesta en la base del Obelisco, conseguían ascender por su interior utilizando una escalerilla interna. Eso fue, precisamente, lo que también hicieron los mencionados sujetos durante la jornada del 20 de diciembre. Primero, rompieron a mazazos parte de la puerta de acceso, luego de que las rejas de contención ya habían sido destrozadas en los “festejos” del domingo (incluso, ese día también ya algunos habían intentado trepar a la cima del monumento). Finalmente, llegaron hasta las ventanas ubicadas muy cerca de la punta. Desde esa altura, uno de los invasores se mostró sin inhibiciones, quedando, peligrosamente, con medio cuerpo afuera ante el precipicio. La realidad, una vez, más superaba a la ficción.
Números que duelen
La colosal manifestación, según algunos cálculos, llegó a movilizar unos cuatro millones de personas. Sin embargo, el plantel argentino no llegó al centro porteño. El micro descapotable se dirigía hacia la Capital Federal, cuando en función de los desbordes generados quizás (por ejemplo, que dos individuos se arrojaran desde un puente hacia el vehículo) sus integrantes decidieron regresar al predio de la AFA en Ezeiza. Un poco más tarde, en la Corrientes y 9 de Julio y aledaños, lo sucedido en el Obelisco pasaba a ser apenas una pequeña muestra del descontrol desatado por aquellos que más allá de celebrar, cometieron desmanes y se enfrentaron duramente con la policía. La invasión al Obelisco se transformó en un juego de niños, al compararla, con el robo a una sucursal bancaria del microcentro, a la cual le rompieron la persiana metálica y de su interior sustrajeron una máquina fotocopiadora que segundos más tarde se llevaron a bordo de una camioneta. Destrozos sufridos por los comerciantes y en el Metrobús, vidrios rotos, instalaciones grafiteadas (los muros del propio Obelisco, por caso), la rotura de paneles solares y de más de 40 semáforos, es otra muestra de la barbarie acaecida con la excusa de un cónclave festivo.
Se reportaron 14 detenidos y 21 heridos (entre ellos, personal de Policía y Bomberos) 16 de los cuales fueron trasladados a hospitales de la Ciudad. En cuanto a los daños económicos, el costo general habría ascendido a 13 millones de pesos.
Foto: Leandro Blanco/Telam.com.ar.