Son cerca de las 12 de la noche. Suena mi teléfono celular. Es mi papá. Él no suele llamarme en este horario. Enseguida entiendo el motivo: quisieron hacerle el cuento del tío, mediante un ardid que si bien tiene ya un largo recorrido, sigue siendo utilizado por los amigos de lo ajeno: “¡Papá, soy tu hija… pasó algo grave, tenés que ayudarme!” (o una frase similar, dicha en tono de desesperación, es lo que escuchó mi padre). Ante la sospecha del intento de estafa –ya que no es la primera vez que le ocurre-, cortó la comunicación y me llamó para cerciorarse de que todo era falso. Bien hecho. De haber continuado la charla, seguramente hubiera llegado el pedido urgente de dinero de parte de los malvivientes.
Por esta zona de la Capital Federal suelen circular camionetas cuyos conductores ofrecen comprar artículos en desuso. Por un altoparlante, afirman admitir desde heladeras hasta muebles hogareños, con muchísimas opciones más. En casa tenemos un viejo televisor de tubo. Funciona bien pero a veces emite un agudo sonido, bastante molesto. Cierto día pasó una camioneta y al escuchar la voz del conductor salí a preguntarle si quería la tele. Creo que no llegué a explicarle lo del ruido: cuando le dije que era de tubo, y sin siquiera hablar de dinero, respondió que no le interesaba. Días más tarde, con otro comerciante del mismo ramo, lo mismo sucedió: también cordialmente, se negó. La TV, por el momento, sigue en casa.
El parque automotor de la Ciudad de Buenos Aires, a pesar de su tendencia a la modernidad, todavía incluye coches como el de la foto: un antiguo Peugeot 403. Su estado de conservación no es el ideal, al menos, en lo que respecta a chapa y pintura. No obstante, no se encuentra abandonado y aunque se lo vea estacionado en el momento de hacer clic, da la impresión de que está activo. Este modelo llegó a la Argentina en la década de 1950 y lo empezaron a hacer en serie en 1960. Pocos años más tarde, su fabricación se dio por terminada.
En este preciso instante no lo veo. Pero está ahí, adentro del contendedor de basura. La tapa apenas abierta y cierto movimiento permiten deducir que hay una persona revolviendo los desperdicios, en su interior. Junto al contenedor descansa momentáneamente una bicicleta, cargada de elementos que seguramente la persona fue recolectando en su travesía. Imagen dolorosa y perturbadora si las hay, siendo aún más triste, que no será la primera ni la última vez que una escena como esta se vea en Buenos Aires.