Ayer volví a caminar por las calles de Belgrano, hasta llegar a la Iglesia conocida como “La Redonda”. Recorrí la plaza Gral. Manuel Belgrano con el monumento del prócer en su centro, y me reencontré con la Escuela Casto Munita, a la cual varios años atrás, asistí a un curso de educación musical y canto que mucho disfruté. Después recorrí nuevamente las Barrancas de Belgrano y vi los árboles con sus hojas amarillentas desparramándose por el suelo, en un bello espectáculo otoñal.
“Barrio, barrio que tenés el alma inquieta de un gorrión sentimental”, dice un tango… Y así era Munro, el lugar donde nací y pasé los doce primeros años de mi vida. La foto de mi casa de aquel tiempo la debo tener guardada… Con el frente en la esquina de Vélez Sársfield y Carlos Calvo… Con sus distintos colores y las inscripciones de diferentes movimientos políticos pintadas en la fachada.
Todo era similar, pero distinto. El viejo café, el corralón, la peluquería de Doña Carmen y el kiosco de Don Velasco, cuyos caramelos hacían las delicias de los chicos.
Había dos sectores diferenciados: antes y después de la barrera. Uno más comercial y el otro compuesto por viviendas humildes. Recuerdo el Astral, un donde se podía pasar la tarde viendo tres películas y el infaltable noticiero Sucesos Argentinos. Además estaba el club del barrio, en el cual practicaba algún deporte, especialmente pelota al cesto. En las cercanías, sobre Avenida Mitre, comenzaban a instalarse las primeras fábricas de indumentaria con venta al público a precios acomodados. Años más tarde se convertiría en un importante centro comercial a cielo abierto.
Otro recuerdo de mi lejana infancia es el de los repartidores con sus carros a caballo, traían la leche, el pan y pesadas barras de hielo para refrigerar los alimentos. Eso fue antes de poder comprar la primera heladera.
Me emociona, en estos días de otoño, el recuerdo de mi querida prima Ethel. Tenía ojos verde azulados, que cambiaban según el color del cielo. Ella, que ya es abuela ahora, siempre fue una mujer muy bondadosa. Al compartir el trabajo con mi mamá en un negocio familiar, siempre la ayudó en todo.
Raquel Seltzer