Yo Digo

DESPUÉS DE LA TORMENTA Y LOS RAYOS…

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Después de la tormenta y los rayos, al amanecer, aparece la claridad del día, y hoy caminando por Buenos Aires, me acordé de cuando siendo noche, veía tus luces, querida Reina del Plata. A mi memoria, entonces, regresó la Paris que conocí hace muchos años, sentí por ti un profundo amor y comprendí que la vida puede ser corta o no, placentera o no, y que todo depende del momento.

¿Cómo no voy a quererte? Si me cuidas como a una flor, a un clavel del aire, toda la vida voy a quererte bien, hasta el infinito y más allá.

Tesón, esfuerzo, ganas enormes de llorar, ¿por qué no? Para poder sentirme mejor, útil, necesaria, amada… Para poder disfrutar del día en el que fuimos a un parque e hicimos globos que yo formé, parecidos a las volutas de humo.

Recuerdo a una tucumana, mi querida vecina llamada Manuela… La que cuando yo tenía aproximadamente tres o cuatro años, nos enseñaba palabras que el loro repetía y nosotras también. Volvé Manuela, y traeme aquellos pedazos de caña de azúcar desde tu lejana tierra norteña.

Aunque no tengas fe, hay todos los días pequeños milagros, aunque no creas en Dios, Él existe para todos, aún para aquellos que se dicen ateos. Todo pasa, soy normal, mayor que antes e igual que siempre.

El mundo oriental y el occidental son diferentes. En el primero se encuentran China y Japón. En China, hace muchos años Lin Yutang escribió un libro llamado “La importancia de vivir”, cuyo texto aún recuerdo como una enseñanza inolvidable. Y del Japón siempre admiré al director de cine Akira Kurosawa, cuya película Dersu Uzala me impresionó profundamente.

Ayer me sentí bien mirando un show musical italiano en la pantalla televisiva. Admiré la destreza de los bailarines y la hermosa voz de los cantantes. Quedé deslumbrada por la magnífica escenografía y la maravillosa combinación de luces y colores.

Te vi paloma, te aferrabas con temor a la ventana, hasta que emitiste un sonido agudo y te lanzaste a volar raudamente por el cielo gris. Eras vos a quien siempre alimenté.

Vuelvo a reír, a gozar de la buena vida, a quererte bien, a que una lágrima ruede por mi mejilla, a creer en vos y por qué no, a cantar nuevamente.

Raquel Seltzer

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