A mis queridos tíos, en especial a vos, José (o Pepe). Parecías un artista…De chico te decían el inglesito, por tu cabello rubio y tus ojos celestes. Eras el mayor de los tres hermanos, junto con Adolfo y mi mamá Gaby. Estudiaste en el colegio secundario y tuviste como profesor de Literatura a Ricardo Rojas, después, en la Facultad, seguiste la carrera de Farmacia y por el destino, no te recibiste. Tuviste diversos negocios de joyería y mercería, en el último de ellos, mi mamá trabajó hasta los 70 años. Ella traía a casa bolsas de botones para fraccionar y se esmeraba en su trabajo con total dedicación y amor.
Fuiste padrino de mi boda, José. Elogiabas a todos tus sobrinos por igual y éramos como hijos para vos. Leías la Hagada en el Seder de Pesaj, y toda la familia se reunía en esa fecha sagrada alrededor de la mesa llena de los alimentos tradicionales para tal ocasión. Luego rezábamos y cantábamos con fervor y alegría. Para mí fuiste una persona transparente, honesta y muy buena, que siempre me cuidó cuando perdí a mi papa, siendo adolescente. También ayudaste a mi abuelo -tu padre-, cuando tuvo problemas de salud y cumpliste cabalmente con ese mandamiento (“Honra a tu padre y a tu madre”, Éxodo 20:12), con toda la fuerza de tu corazón. Eras muy solidario y siempre estabas atento para salir en defensa de tu hermano menor, mi tío Adolfo, especialmente cuando se juntaban con los amigos a jugar a la pelota en la calle Alberti, en las tranquilas calles del barrio de Once de aquellos años, así también ambos hacían renegar a mi abuela, que los corría a los chancletazos, por desobedientes.
El tío Pepe se casó con Rosa, a quien recuerdo como una hermosa mujer, y tuvieron dos hijas, Silvia y Ethel, mientras Adolfo se casó con Malvina. Ella, siendo muy joven, abandonó este mundo; tuvieron tres hijos varones, Martín, David y Luis, y cuando nos juntábamos todos los primos, el bullicio y la alegría eran desbordantes. Mi tío Adolfo tenía un taller de joyería y relojería en la calle Terrada, donde el barrio de Flores se confunde con el de Villa Santa Rita, y nos regalaba prendedores, anillos y pulseras que artesanalmente fabricaba trabajando muchas horas con gran dedicación y poco descanso. Él era quien más cerca vivía de la casa de su mamá, mi abuela Sara, en la calle Tres Arroyos del barrio La Paternal.
Foto: el Google Maps muestra un punto de Alberti y Rivadavia, clásica esquina del barrio de Once (o Balvanera, de acuerdo a su denominación oficial).
Raquel Selzter