Café Tortoni, yo te visité una vez y te recuerdo vagamente ahora, con tus mesas rodeadas de retratos de ilustres poetas como el gran Federico García Lorca. En tu interior brillaba el calor de la charla amena, saboreando el tradicional chocolate con churros con amigos, mientras intentábamos cambiar el mundo con idílicos proyectos de vida.
Solo conozco tu interior y tu exterior, tu corazón grabado en mi alma a fuego, como las alas de los gorriones, tu voluntad férrea, tu inmaculada belleza, que es como parecida a Dios. Cada día que pasa se inicia un nuevo ciclo para la vida, para el universo, para las flores y mariposas… Vuelo con mi imaginación y regreso a la tierra donde nací, donde me cuidaron mis padres, donde adolecí penas y desvelos que ya mayor comprendí.
Ayer, mientras dormía, me acorde de una flor especial: se llama Strelitzia y es como un pájaro de color anaranjado, de extraña forma… Y ella luce alta, erguida a un costado del jardín, y se mantiene viva mucho tiempo. Si ella pudiera hablar, ¿qué diría? Que le gustan las flores, compañeras, y a ellas admiran.
Recuerdo ahora una excursión a La Plata, y al hermoso Parque Pereira Iraola, con sus árboles frondosos que entregan sombra y sosiego a todos los caminantes que llegan hasta él, y les permite un necesario descanso, disfrutando de la paz y el canto de los pájaros.
Ah, cómo quisiera volver a verte una vez más… Querida capital bonaerense, La Plata, recuerdo tus facultades, las de Derecho, Letras y Filosofía. Yo, a mi corta edad transité por tus claustros y me encontré con grupos de estudiantes que vivían allí.
Suena en mis oídos el trepidar del tren que me llevaba hasta ti, querida ciudad, con tus diagonales llenas de flores multicolores, tu majestuoso museo y el bosque a su alrededor. Todas estas reminiscencias de mi juventud aún permanecen en mi alma y mi corazón.
Hoy, sábado, salí a caminar por las Barrancas de Belgrano, contemplé la vegetación y escuche el canto de los pájaros mientras disfrutaba del paseo, mirando el cielo diáfano… Y me detuve a observar a los ajedrecistas que disputaban sus partidas, completamente concentrados y ajenos al mundo exterior.
Raquel Seltzer