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ANDRÉS ROSEN: SU FALLECIMIENTO

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Hasta hace aproximadamente seis meses, Andrés Rosen solía recorrer la Ciudad de Buenos Aires. Lo hacía a pie y en colectivo. En dichas travesías surgían anotaciones manuscritas que muy cuidadosamente reconstruía. Pese a que no dominaba la tecnología, con gran esfuerzo conseguía darles forma en una computadora. Agregaba fotos del territorio porteño que sacaba con su teléfono celular y nacían así, las notas que solíamos publicar con su firma. Recorrió calles y avenidas, parques y plazas… Disfrutaba de sus largas caminatas tal vez tanto como sus viajes en colectivo. Prestaba atención a cosas de Buenos Aires, que, para el ojo del ciudadano común, seguramente pasarían inadvertidas.

Lo último que describió fue un paseo que hizo por Recoleta. Efectuó aquella recorrida en un “tiempo muerto” entre dos turnos médicos que tenía en el sanatorio donde se atendía. Muy probablemente sólo Dios sabía que de allí saldría su último artículo. Ya estaba mal de salud. En un principio su enfermedad no le impidió desarrollar la pasión por descubir y redescubrir la urbe en cada caminata. Luego, su situación se agravó, y ya no pudo seguir. Finalmente, hace unos días, falleció. Tenía 71 años.

A continuación, publicamos una de las primeras notas del querido Andy. Un texto armado en base a recuerdos de su infancia, ya que siendo muy chico, había comenzado con la tarea de investigar apasionadamente asuntos vinculados a mapas y medios de transporte. Sin dudas, extrañaremos sus relatos. Aunque no tanto como a él.

La añorada Línea 30.

Esta nota me remonta a mi lejana infancia, allá entre 1957 a 1960, cuando tenía entre cinco y ocho años. Vivía con mi mamá, mi papa y mi hermana –siete años mayor que yo- en la calle Palpa 3080, en el barrio de Colegiales. Por algún motivo que no recuerdo, mi mama se tomaba el tranvía número 30, que circulaba por Federico Lacroze, para ir hacia la Avenida Cabildo, en la zona céntrica céntrica del barrio Belgrano, y yo tenía que acompañarla, tal vez, para que no me quedara solo en mi casa. Específicamente, me acuerdo que íbamos a una gran tienda llamada Los Andes, ubicada en Cabildo al 2000, vereda par, que aún mantiene su nombre, pero se reconvirtió en una galería comercial con salida a Ciudad de la Paz.

Mi madre compraba algo en este lugar mientras yo consumía en el bar del fondo de la tienda, un pancho con mostaza. Me acuerdo, además, que preferíamos viajar en el denominado 30 de color rojo, que llegaba solo hasta Chacarita, y podíamos sentarnos con más tranquilidad. El recorrido completo era: Puente Saavedra a Plaza Constitución; por Cabildo, Lacroze, Corrientes, Jorge Newbery, Lemos, Vera, Thames, Velazco, otra vez Corrientes, Salguero, Columbres, Independencia, Boedo, Garay, hasta Lima Este. Y regresaba por Quintino Bocayuva, Gascón, Corrientes, su ruta. En 1962 desaparecen casi todos los tranvías, salvo el 38, que unía Barrancas de Belgrano con Constitución, atravesando las vías del Ferrocarril Mitre, por el puente de Ciudad de la Paz-Soler, todavía vigente en la actualidad, y que en ésa época era exclusivo para los tranvías. El número 38, se mantuvo por unos meses más, hasta principios de 1963. El número 30 fue reemplazado por los modernos ómnibuses “Leyland”, ingleses, de color plateado.

En estos medios de transporte, al igual que en los tranvías, un guarda iba caminando a través del vehículo y cortaba los boletos de los pasajeros (¡todavía tengo un capicúa del 30!), metodología que desapareció con la llegada de los colectivos. Y para avisarle al conductor que frenara para descender, se tiraba de un piolín situado en la parte superior del ómnibus, y así, se activaba una campanilla.

Me reencontré con el 30 en 1968, cuando con un gran amigo, que todavía mantengo, nos anotamos en un torneo de ajedrez a jugarse en el Círculo de Villa Crespo, un club que estaba sobre Corrientes al 5400, en tiempos en que la avenida aún era de doble mano. A veces, las partidas de ajedrez terminaban tarde, tipo una de la mañana, pero el 30 siempre respondía puntualmente para mi regreso a Colegiales. Yo ya vivía en la calle Zapiola al 900, adonde nos habíamos mudado en 1961.

No sé en qué año el ómnibus 30 se convirtió -durante algún período- en el colectivo de la Línea 30, color crema, pero lamentablemente, al poco tiempo desapareció, dejando sin transporte directo al barrio de Boedo en dirección hacia Colegiales y Belgrano, situación que se mantiene hasta hoy en día.

Hasta aquí llegan mis recuerdos de la añorada Línea 30.

Foto: Fue imposible dar con una imagen de los antiguos ómnibuses “Leyland “de la Línea 30. Pero el transporte era muy similar a este Leyland que efectuaba el recorrido de la Línea 2. (Foto: Revista Colectibondi).

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