En CABA, existen algunas líneas de colectivos que realmente brindan un servicio deficiente. En cierta época, el 42 y el 63, por ejemplo, tardaban más de lo normal -de considerar válido a este término- en llegar a la parada. Luego, solían venir tres o cuatro unidades juntas. La línea 151 parece haber imitado esa costumbre. Me ha tocado “sufrirlo” en lo personal, y hace poco, a partir de la experiencia de un conocido, me di cuenta de que el problema es general. “Lo esperé más de una hora en la parada que está frente a la plaza del Congreso”, me comentó este hombre, cuyo viaje en colectivo aconteció un domingo. Verdad es que este día la frecuencia disminuye, pero de todas maneras, semejante demora es un “poco mucho” ¿no?
Hernán “Cucuza” Castiello tiene 55 años, cumplidos el 27 de febrero. Desde hace largo tiempo se destaca como cantante y compositor de tango. En 2016 lo nombraron “Personalidad Destacada de la Cultura” en la Legislatura porteña. Y pensar que lo vi jugar en la tercera división de Argentinos Júniors… Sí, porque mucho antes de su gran actualidad en la música, fue futbolista y llegó a la reserva de los Bichitos. Fui testigo de sus actuaciones, especialmente, en cancha de Ferro. Su puesto era el de lateral por derecha. Después pasó a Tigre y Aldosivi. Por una lesión en la rodilla dijo “basta”. Después triunfó en el tango…
Particular experiencia en un supermercado “chino” de la Capital Federal. Mi compra ascendía a 4980 pesos. Pagué con 10 mil. La cajera, una niña de origen asiático que seguramente no superaba los 15 años, me dio cinco billetes de mil, de vuelto. Me quedé esperando 20 pesos más pero la chica tenía toda la intención de no dármelos. Cuando le hice notar la falta del dinero restante, me respondió que ya no sirven para nada (o frase similar). Sin perder la compostura, le dije que ya que no servían para nada, que me los diera (o frase similar). De hecho, me correspondían. No de muy buena gana, de inmediato sacó un billete de 20 pesos de la caja registradora y me lo entregó. Cierto es que 20 pesos, hoy es una suma prácticamente insignificante. Pero de ahí a permitir que porque sí nomás se lo apropien en el supermercado, hay un largo trecho.
Acompaño a un amigo a realizar un trámite a una oficina pública porteña, en la calle Esmeralda, muy cerca de Cancillería. La puerta que comunica con el exterior es de madera y de grandes proporciones. Pero lo que más llama la atención no es esto sino la falta de timbre. Tampoco hay picaporte. Tengo dudas de que, efectivamente, esta sea la dirección correcta. Pero mi amigo, que ya había estado en el lugar días atrás, no titubea y golpea la puerta con decisión. Unos segundos más tarde sale una mujer. Muy atentamente, nos hace pasar. Mezcla de simpatía con resignación, nos dice que se robaron esos objetos cuya ausencia me resultó extraña al llegar. “Claro, cómo no me di cuenta antes”, razoné… El bronce es un codiciado elemento por los amigos de lo ajeno, que también pasaron por aquí a recogerlos.