Yo Digo

BAIRES EN PRIMERA PERSONA

Written by Baires Querido

Faltan pocos días para las elecciones en CABA. El Gobierno de la Ciudad distribuyó “carpas blancas” por los barrios, para que la gente se informe de cómo votar con Boleta Única Electrónica. Me acerco a un puesto, atendido por un chico y una chica de alrededor de 20 años. Manejan un par de máquinas, dispuestas a los efectos de realizar un simulacro del voto. Mi consulta no apunta a saber cómo emitir el sufragio, por lo tanto, me entero de que no puede ser evacuada en la carpa blanca. No obstante, la atención es muy buena. La chica me ofrece un volante con información, que contiene una imagen en QR. Lo escaneo. Me conduce a la página del GCBA. Unos segundos más tarde, logro averiguar el dato que necesitaba.

Tengo un familiar afiliado a PAMI. Tiene más de 80 años. Vive en la Capital Federal. Su hijo está averiguando alternativas médicas privadas para recurrir en caso de una emergencia hogareña. Hay empresas que promocionan sus servicios de ambulancias. En su rapidez ante una eventual urgencia pensó, precisamente, el hijo de este hombre jubilado. Antes de comenzar a buscar a fondo, quiso analizar comentarios en Internet, haciendo foco sobre las dos empresas aparentemente más prestigiosas por su trayectoria. Se llevó una sorpresa mayúscula: ambas arrastraban terribles críticas por demoras y mal servicio de sus profesionales. Decidió que por el momento no llamaría a ninguna. Y pensó seriamente, si no sería mejor desechar alternativas privadas y seguir confiando en las ambulancias del PAMI o el SAME.

En las redes sociales, son más los anuncios de animalitos que se extravían que los que aparecen. Pero cuando sucede esto último, ¡qué lindo es enterarse de la noticia! Me sucedió al abrir el Facebook. Mi algoritmo seleccionó variados casos de perros y gatos perdidos en diversos barrios. Entre tantos y tantos flyers de este tipo, una cuenta de vecinos de Villa Cerini -una zona de Saavedra, en CABA- decía que el gato llamado “Gordo” acababa de reintegrarse a su hogar, luego de romper la red de contención y escaparse por una ventana. “Lo tenía un vecino que lo vio anoche y lo retuvo y con el folleto me llamó!!! Gracias a todos!!!”, escribió una usuaria llamada Reina,  exteriorizando una más que comprensible alegría.

Sucursal bancaria de esta Ciudad, a la que arribé hace unos minutos para realizar un trámite. La pantalla electrónica indicó mi turno y ahora estoy sentado frente a un empleado, escritorio de por medio. Suena un celular. Me sobresalto, creyendo que es el mío. Ese sonido es inconfundible, nunca lo escuché en otro teléfono. Pero enseguida me doy cuenta de que no es el mío sino uno que suena a unos metros de distancia, en la sala de espera. Sorprendido porque al descubrir que no soy el único que tiene ese ringtone, y aliviado porque no hace falta que conteste (de hecho, en un banco no se puede) sigo haciendo mi trámite. Minutos después, la situación se repite. Ya sé que la llamada no proviene de mi aparato, pero por las dudas, reviso la pantalla. Me hubiera gustado saber qué persona había elegido ese ringtone, pero nunca logré identificarla.

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Baires Querido

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