La semana pasada llamé por teléfono a mi hermano Daniel, a la lejana tierra de Israel. Me atendió sorpresivamente una de sus hijas, mi sobrina, y realmente me emocioné casi hasta las lágrimas cuando pude comunicarme con ella en mi imperfecto inglés. Sentí que a pesar de la distancia estábamos muy cercanas, corazón a corazón. Vi también una foto de mis recién nacidos sobrinos nietos, dos mellicitos que semejan dos muñequitos de porcelana, casi que da temor de dañarlos al tocarlos. Dios los bendiga para toda la vida.
Días atrás falleció el Rey Pelé, “la perla de Ébano”, uno de los tres mejores futbolistas de la historia. Con respecto al inolvidable astro brasileño, llegó a mi corazón en aquel hermoso programa de TV en el cual jugó a la pelota con nuestro Diego Maradona, en una deliciosa exhibición de toques de cabeza, que parecía nunca terminar ante la increíble habilidad y destreza de estas dos estrellas del fútbol mundial.
Voy a describir un cuadro que me impresionó. En él hay un marinero fumando en pipa, cuyo rostro trazado con carbonilla deja traslucir el placer del tabaco en conjunción con la totalidad de la cara, especialmente con la serenidad de sus ojos.
Vienen a mi mente recuerdos de una película que vi hace mucho tiempo: Zorba el Griego, protagonizada por el gran actor Anthony Quinn; fue ambientada en Grecia y que pese a ser en blanco y negro permite apreciar los hermosos paisajes del lugar, siendo la obra un canto a la vida más allá de las adversidades. Es realmente una obra maestra, y su escena final, la del baile en la playa, una de las más hermosas de la historia del cine.
Raquel Seltzer