Yo Digo

UN CAMBIO EN LOS HÁBITOS DE ALIMENTACIÓN

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El año consume sus últimos días y el famoso “quedate en casa” parece haber quedado bastante lejos para los porteños. Así y todo, es evidente que en 2020, como seguramente nunca antes, nos ha tocado estar más dentro que fuera de nuestro hogar, circunstancias que a cada casa, le han traído diferentes consecuencias.

En lo personal, con la mayor disponibilidad de tiempo que tuve este año para la organización de las comidas, las compras, la elaboración y el disfrute durante las mismas, pude observar cambios físicos que dan cuenta de un estado más saludable, sobre todo, porque no se trata de una cuestión estética.

Durante todos estos meses, he ido mejorando mi alimentación y la de mi familia.  Hasta 2019, mis almuerzos solían darse en el cambio de un trabajo al otro, lo que implicaba comer a las apuradas, usando lo que me llevaba en una vianda  o muchas otras veces, lo que compraba en alguna casa de comidas preparadas. También las colaciones, que solían ser dulces que abundaban en salas de profesores.  Pese a que intentaba comer en forma saludable sabía que mi alimentación no era la correcta.

A lo largo de los años mantuve mi actividad física pero no es algo que me apasione. Hago ejercicio, me traslado en bicicleta al trabajo, pero la constancia es algo necesario y que al menos en mi caso, no es sencillo conseguir. El transcurso de este año nos ha permitido comer todos juntos en mi familia (mi marido, mis hijas y yo), respetando los horarios, sin saltearnos comidas. Incorporamos verduras y frutas en mayores cantidades, aprovechando los productos de estación.

La etapa de asilamiento también me posibilitó experimentar en la cocina con nuevas recetas, hacer panificados integrales con harinas de distintos tipos y utilizando semillas, conocer más sobre los llamados “superalimentos”, elaborar  comida en cantidad para guardar en el freezer, hacer mis propios germinados, preparar nuestras bebidas para acompañar almuerzos y cenas, y licuados variados para desayunos y meriendas.

En mi familia, siempre tuvimos la costumbre de tomar agua, evitando las bebidas azucaradas o con alcohol, que continuamente se ven en la publicidad que emite los medios de comunicación. Lo mismo procuramos hacer en cuanto a las comidas rápidas. Pero, por supuesto, nos damos también nuestros gustos y salimos, de tanto en tanto, a comer afuera. Comemos de todo, pero tratamos de no consumir productos procesados. Eliminamos paulatinamente el edulcorante de las infusiones y para nuestras hijas, cambiamos el azúcar por la miel.

Durante los meses que duró el confinamiento, junto a las nenas, mantuvimos la rutina de ejercicios. En períodos de entre cuarenta minutos y una hora, nos entreteníamos  haciendo rutinas sencillas, en donde trabajaran todos los grupos musculares, con música motivadora de por medio y ejercicios adaptados a la edad de mis chicas y su contextura muscular, que recordaba de la época en que iba al gimnasio y a clases de pilates.

Hay semanas en que tenemos más voluntad que otras para seguir la rutina, pero todo es flexible. Lo mismo, ocurre con la hora de conciliar el sueño. Algunas veces nos vamos a dormir más temprano que otras, pero siempre, intentando respetar las horas suficientes y necesarias para el descanso de todo el grupo familiar.

Texto y foto: Romina Linares

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